REFLEXIONES SOBRE EL CANDOMBE Y SU DANZA por Angela Alvez actriz, escritora, cantante, investigadora.
REFLEXIONES SOBRE EL CANDOMBE Y SU DANZA
Angela Alvez pipipotsi@gmail.com
Hace algunos años, viajando por Argentina supe por primera vez de la existencia del folclor y la cultura afroperuana y de uno de sus máximos representantes el señor Nicomedes Santacruz, poeta, ensayista y periodista. En uno de sus artículos decía que las expresiones musicales de la cultura africana eran parte del cotidiano de la gente (trabajo, fiestas, velorios etc.) y que cantar, bailar y tocar se concebían como un conjunto inseparable. A diferencia de las culturas occidentales donde las tres expresiones quedaron bastante disgregadas entre si ya que se concibe la música solo para escuchar, o solo para bailar, etc. En aquel momento este concepto fue un gran hallazgo para mí dado que no había reflexionado sobre esas cuestiones y cuanto describen al candombe.
Primero fueron los Tangos de los negros y luego llego el Candombe, expresión acuñada según dicen por Dámaso Antonio Larrañaga cuando la escucho de boca de los propios negros y en su lenguaje bozal. El candombe es una expresión de origen africano: k´ndombe cuyo significado exacto admito que desconozco pero si puedo decir que denomina tres acciones cantar candombe, bailar candombe y tocar candombe. El candombe lleva en sí un concepto de dialogo reunión.
En general los historiadores coinciden que las primeras manifestaciones públicas de los africanos traídos como esclavos fueron danzando y durante las fiestas de Corpus Christi, encabezaban la procesión, danzaban los hombres para quienes se habían comprado especialmente zapatillas para la ocasión. Según datos aportados por Oscar Montaño en su libro Umkhonto esas danzas traían voces y acompañamiento musical de lo que se infiere la presencia del canto y el tambor.
¿Pero qué fue de aquella antigua danza, colectiva de hombres solos o mujeres o parejas sueltas? Debemos reflexionar seriamente acerca de la evolución de aquellas prácticas que hacen a nuestra identidad.
Existen evoluciones positivas y evoluciones negativas.
Decía anteriormente que el candombe remite al encuentro y al lugar, hoy por hoy es habitual decir que vamos a los tambores más que a los candombes lo cual es un modo positivo de recuperar aquello de los “tangos de negros”. Pero también esta expresión encierra una supremacía del tambor sobre las voces cantadas y recitativas de las glosas, que luchan por permanecer y la danza cuya evolución no parece ser tan positiva. La pérdida del cuerpo masculino en la danza del candombe es muestra de ello ya que hoy por hoy los bailarines no complementan su danzar con las bailarinas sino que generan una extraña competencia con ellas al menear las caderas de igual modo, feminizando así su propio danzar. Por otra parte la aceleración de los toques, que dificultan hoy la belleza y la claridad del dialogo de los tambores que permitían antaño identificar con certeza la procedencia de cada toque, operan negativamente contra la danza. Generando una desconexión del cuerpo danzante que difícilmente puede llevar el ritmo a tal velocidad. Esta aceleración es en mi humilde opinión producto de la perdida de otra tradición en la comparsa y es que para llegar a tocar el tambor
había primero que pasar por todas las instancias previas de llevar una bandera, luego un estandarte, luego danzar y finalmente habiendo cumplido el rito y si estaba listo para tocar se le permitía. Hoy es fácil adquirir un tambor, tomar unas clases y colgar en la calle, pero este modo acelerado, vacía de contenido toda una tradición así como también del dialogo que debe existir entre la danza y el toque. Es probable que muchos de los que hoy tocan el tambor no tengan idea de cómo bailarlo y no sean capaces de seguir el propio ritmo que con su toque imponen.
El candombe como decía anteriormente es cuestión de dialogo y ritmo. El dialogo impone escucha, tener la capacidad de escuchar y diferenciar las voces de los tambores permiten un buen danzar, conectado. ¿Para quién tocan los tambores si no es para los bailarines? y ¿Para quién danzan los bailarines sino es para los tambores?
Las llamadas parecen alejarse cada vez mas de la tradición por en cuanto imponen para la competencia un ordenamiento coreográfico antinatural, con movimientos uniformizantes que si bien ayudan a igualar y salvar las diferencias entre quienes saben y quienes no saben bailar el candombe, refuerzan la deformación del paso candombero ante la necesidad de marcar una excesiva salida de los pies y marcación de brazos.
Las mamas viejas, gramilleros y escoberos no siempre quienes lucen sus vestiduras tienen clara idea de lo que están representando, es así que vemos desfilar a estos personajes típicos -salvo las conocidas excepciones de nuestros mejores exponentes-, entre excesivas convulsiones, fuera de ritmo y haciendo malabarismos en los que más se luce la pirueta que el abre caminos que debe limpiar las energías para que pase la comparsa.
Cada personaje viene con su historia, su paso y su decir. Debemos mantener la memoria de lo que fuimos, para no olvidar lo que somos y así saber hacia dónde vamos. La tentación de transar nuestro acervo en pos de una competencia que no nos es propia persiste año a año, está en nuestra conciencia saber que tenemos el deber de protegerla y trasmitirla del modo más puro a los que vienen.
Ángela Alves