Mi Vida por Jorge Chagas

11.03.2014 21:27

 

Nací un 10 de diciembre de 1957. En aquellos años todavía había colonias en África y las grandes luchas por los 

Derechos Civiles en Estados Unidos recién estaban despuntando. En Uruguay ser negro 

era sinónimo de fútbol y tambor. Y apenas algo más. Por cierto, tales sinónimos eran sólo aplicables a los hombres. Las mujeres negras ocupaban un escalón más bajo aún. Temas como el orgullo racial, la equidad de oportunidades, la cuota racial o la discriminación positiva, no estaban en la agenda política. Ni de la derecha, ni de la izquierda ni en la del centro. Nadie hablaba de “afrodescendientes”. No existía lo “políticamente correcto” ni nada por el estilo.

Mi padre era trabajador municipal (recolección de residuos). Mi madre empleada doméstica. Nunca pasé hambre. Mi padre trabajaba de lunes a sábados. Tenía un orgullo: nunca faltó, salvo una vez porque contrajo una grave enfermedad infecciosa. Se levantaba religiosamente a las 5.00 de la mañana, hiciera frío o calor, lloviera, hubiera sol o tronara. Le gustaba mucho la lectura. Fui a la escuela y liceo públicos. Nunca perdí un año. Mis padres consideraban que lo único que no ayudaría a elevarnos era el estudio. Después de intentar sin éxito aprender un oficio  (no soy bueno para las manualidades), ingresé a Preparatorios de Derecho.  Me recibí de Bachiller y el 1 noviembre de 1979 ingresé al Banco La Caja Obrera (que fue el primer banco privado en tener personal administrativo de raza negra) como auxiliar. Este fue, sin duda, uno de los primeros pasos importantes en mi vida, porque tuve un sueldo relativamente bueno  y nuevas posibilidades.

Ingresé a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, cursé algunas materias hasta el año 1989, cuando se fundó la Facultad de Ciencias Sociales y comencé la Licenciatura de Ciencia Política.  En ese ínterin hubo otro episodio determinante en mi vida: en setiembre de 1983 ingresé a la redacción del semanario AQUÍ donde estaban personajes como Tomas Linn, Alfonso Lessa, Alejandro Paternain, Miguel Ángel Campodónico, Leonardo Haberckorn, Gerardo Sotelo, entre otros más. Este fue mi primer paso para convertirme en escritor, el segundo sucedió en febrero de 1996 cuando conocí a Lauro Marauda y me integré a su taller de literatura, que hoy lleva el nombre de una persona excepcional: Rubén D’Alba.

Ahora bien, hasta aquí se podría pensar que esta es la biografía de un hombre negro exitoso, que logró superarse y que gracias a sus condiciones a ha logrado muchas cosas que a otros les han sido vedadas. Mucho temo que las cosas no son tan sencillas. En mis 56 años de vida hubo muchos fracasos, desilusiones, errores, equivocaciones, frustraciones, derrotas (algunas estrepitosas), proyectos que no pude concretar...como la vida misma.  Acaso la enseñanza mayor de mis padres fue a saber sobrellevar los malos momentos, a comprender que la felicidad (como el poder o la gloria) es efímera, fugaz.

¿Qué todo lo bueno que conseguí fue en base a  esfuerzo? Sí, por supuesto. Pero eso no tiene nada de extraordinario. Millones de personas en el mundo se esfuerzan, día a día, en diferentes disciplinas y/o aspectos de la vida, por superarse. ¿Qué nadie me regaló nada? Sí, esto es cierto. Pero también es verdad que hubo personas en mi vida que me dieron una oportunidad y tuve la capacidad para comprender el valor de lo que me otorgaban: la confianza. Un valioso tesoro. ¿Qué en este país hay un racismo solapado mil veces más insidioso que el explícito? Si, es cierto. ¿ Que hubo gente, con nombre y apellido, muy progresista, que me dijo textualmente: “Vos no vas a llegar a nada, porque sos negro”. Sí es verdad.  Pero hubo otras personas que me dijeron: “Eso que te han dicho tiene que ser para vos un aliciente”. Todo es cierto.

Tal vez la cuestión principal es comprender que el mundo no nos debe nada. Todo se consigue en base a sacrificio.¿Influye la suerte? Sí, claro. Pero a la suerte hay que ayudarla. Nadie tiene porque ser el mejor en todo. Algunas cosas las hacemos bien, otra regular y otras, simplemente, mal. Debemos potenciar al máximo nuestras habilidades y dones (todos tenemos uno) y ser humildes con aquellas cosas que no sabemos o no podemos hacer bien.  Y Por, sobre todas las cosas, hay que tratar de ser buenas personas. Solidarias con el colectivo y con la sociedad en su conjunto. La envidia, la mezquindad, el egoísmo, no son cuestiones de raza. Son defectos del ser humano, de la raza humana, que debemos combatir para ser cada día mejores.

                                                                            

                                                                                                        Jorge Chagas.  

jchagas@nbc.com.uy