“Indios y Negros, dos tesoros que desvelan a Carlos Ceruti”

07.10.2015 17:55

“Indios y Negros, dos tesoros que desvelan a Carlos Ceruti”

Con 35 años de estudios antropológicos y arqueológicos en sus espaldas, y 23 como investigador del Conicet, el santafecino Carlos Ceruti continúa explorando a los habitantes de las costas del Paraná y su ambiente, y sus últimas contribuciones ayudan a comprender antiquísimas poblaciones, y culturas que habitaban el suelo entrerriano en tiempos de la Conquista.

Daniel Tirso Fiorotto

La esplendorosa cultura Goya Malabrigo y sus misteriosas cabezas de loro modeladas en arcilla, o dibujadas en las cerámicas; los charrúas y sus choques y negociaciones con el europeo; los negros africanos en Paraná, son algunos de los temas abordados por el estudioso nacido en Providencia, Santa Fe, hace 60 años, que lamenta la indiferencia del europeo sobre valores americanos como la protección del medioambiente. 
Y así, el uso de las arenas y las piedras para la construcción, o la alimentación de pueblos orilleros, y el estudio pormenorizado de la alfarería para realizar réplicas inclusive de motivos regionales, con cerámicas quemadas al aire libre… Son numerosos y hondos los aportes, y aunque ya superamos los cinco siglos de la Conquista, en algunos casos están abriendo aún hoy pequeñas rendijas hacia un mundo nuevo, desconocido, si no menospreciado, que obliga a desmentir la historia de una Entre Ríos nacida casi con la inmigración, y a enraizar la identidad no con cientos sino con miles de años de vida humana en este suelo.

Charrúas: otra mirada
Carlos Ceruti estudió los aportes arqueológicos y antropológicos que ayudan a comprender la etnia charrúa minoano en el departamento Villaguay. La recopilación histórica sobre los charrúas, desde que aparecen en la historia hasta que son combatidos, expulsados y sacrificados, es esencial para el conocimiento de Entre Ríos, y deja ver que los descendientes de esta nación aún están entre nosotros, son vecinos nuestros, somos nosotros, a pesar de todo, y a pesar incluso de haber sido ignorados durante tantos años.
En esta incursión sobre el centro entrerriano, se sorprende con materiales usados por aborígenes de las costas del río Gualeguay, que los diferencian de sus pares de las costas del Paraná, y en cambio encuentra similitudes con aborígenes de las costas del Salado, en Santa Fe. Todo un misterio.
Este proyecto de investigación fue encarado en equipo con los estudiosos Juan Carlos Bertolini, María de los Milagros Colobig, Gisela Bahler; María F. Zabalegui, Salomón Hocsman, y Marcelo Luglin. En particular, el santafecino se volcó sobre la Colección reunida por Marcelo Lugrin, de Villaguay, con rescates de 31 sitios ubicados sobre el río Gualeguay y los arroyos Maidana, Lucas, Mojones, Raíces, Villaguay, El Tigre y Moreyra (Distritos Lucas Norte y Sur, Raíces, Bergara y Mojones Sur (departamento Villaguay), más dos sitios del departamento Federal, y uno del departamento Concordia.
“Que se encuentre sobre el Gualeguay una cerámica de calidad relativamente baja, sin asas, con escasa decoración, a veces con antiplástico de arena fina y otras veces con antiplástico de tiestos molidos y decoración de surco rítmico, nos habla de un grupo humano con cierta movilidad, que compartía las tradiciones alfareras de ambos ríos” (el Paraná y el Uruguay), nos dice el experto en sus conclusiones previas.
Y luego: “esta cerámica aparece asociada a un material lítico muy peculiar, trabajado preponderantemente en maderas silicificadas y sílices, compuesto por puntas de proyectil pedunculadas a veces reutilizadas, núcleos agotados, gran cantidad de lascas, pocos instrumentos, boleadoras y en algunos casos mazas erizadas. Tal combinación no se da ni en los contextos del Uruguay, ni en los del Paraná, ya que tanto en un río como en el otro las puntas son fundamentalmente de hueso”.

Gualeguay-Setúbal
“A quienes más se parecen los cazadores recolectores del Gualeguay es a sus equivalentes del Río Salado y sistema lagunar Capón-Leyes-Setúbal, en la provincia de Santa Fe, pero se diferencian de estos en la ausencia de los ‘hornitos’ de tierra cocida, de algunos elementos cerámicos característicos (impresiones de cestería) y en la presencia de algunas materias primas, como el ágata, ausentes en la provincia de Santa Fe. En la costa paranaense de Entre Ríos, por otra parte, no fueron reportadas hasta el presente puntas de proyectil líticas, lo que establece un hiatus (una separación) entre los cazadores del centro de la provincia de Entre Ríos y los de Santa Fe”.
En ese informe, el arqueólogo Salomón Hocsman estudió el material lítico y sugirió realizar excavaciones de sitios concretos “que brinden la posibilidad de fechar radiocarbónicamente restos orgánicos a los cuales se asocien claramente los artefactos líticos”, para ubicar en el tiempo las puntas de piedras que pudieran hallarse.
Es enorme la diversidad de temas que permiten dar un perfil del hombre americano. Ceruti habla por caso del consumo de nutrias (coipos) pero no de carpinchos en nuestra región, quizá por algún tabú alimentario; o de las diferencias entre pueblos de zonas altas y los ribereños paranaense, particularmente en la representaciones de animales en la cerámica, tanto modelada como incisa. Y trata de explicar algunas características de los pueblos nativos. “Quizá el gran problema de América en cuanto al desarrollo agrícola ha sido la falta de animales de tiro. No había bueyes ni caballos que pudieran ser domesticados, y la llama es un animal de carga que tiene sus limitaciones. Transporta 34, 37 kilos, y después se niega. Hay muchas cosas de la cultura americana que el europeo abandonó lamentablemente, que hacían a la vinculación con el ambiente, al desarrollo de una agricultura que ahora llamaríamos ecológica”.
“Polenta, tomate, papa, forman parte de la alimentación del mundo y son obras de los agrónomos indígenas que se tomaron el trabajo de cultivarlos y mejorarlos durante miles de años”, apunta.

Muros, alimentos, huesos
El licenciado Ceruti estudió los muros entrerrianos y santafesinos, como un aporte a la historia de la tecnología regional; el uso de arenas, yeso, calizas, tosca, con datos exquisitos sobre antiguas construcciones de Santa Fe, Paraná, La Paz, y estancias entrerrianas.
Con Eduardo Tonni y Martín Iriondo investigaron los vertebrados del sitio Arroyo Arenal, en el departamento La Paz, en particular los residuos alimentarios abandonados por un grupo de indígenas pre hispánico, perteneciente a la tradición alfarera Goya Malabrigo. Hallaron ocho géneros de peces, 9 de mamíferos, 6 géneros de aves, casi todos vinculados a ambientes acuáticos continentales.
“Extraño algunos sitios arqueológicos que vi, y que ya no voy a poder trabajar, como por ejemplo el sitio de Las Mulas al norte de La Paz, que es un sitio extraordinario, el más profundo que he visto en la provincia de Entre Ríos. Un metro veinte más o menos, cuando todos los otros tienen entre 70 y 80 centímetros de niveles fértiles”, recuerda Ceruti. 
Entre sus numerosos artículos referidos a culturas ancestrales, se encuentra uno titulado “¿Cómo eran nuestros indios en el siglo XV?”. Allí describe a los cazadores-pescadores-recolectores de las costas del Paraná, hace alusiones a los chaná, beguá, timbu, corondá, caracarás, que habitaban nuestra región, y recuerda por ejemplo: “En el arroyo Las Mulas (La Paz, Entre Ríos) excavamos un adulto femenino con evidencias de patologías infecciosas (periostitis-osteomielitis), y en la boca del arroyo Guayquiraró el esqueleto de una mujer adulta, multípara, con politraumatismos y fusión de vértebras sacrolumbares originado en un proceso artrítico-artrósico. Posiblemente sufrió algún accidente en su juventud, y luego la artrosis; afecciones que no le impidieron tener hijos, ni fueron causa de su muerte”.

Barrio del Candombe
En otro estudio junto a Walter Musich y Mirta Wolf, Ceruti investigó el barrio de los negros en Paraná. “La intervención en el entorno de la Capilla Vieja de San Miguel Arcángel constituye el primer trabajo sistemático de Arqueología Urbana que se lleva a cabo en la ciudad de Paraná. Con él iniciamos las investigaciones en el área con mayor concentración de población africana y afroamericana, al que durante gran parte del siglo XIX se denominó ‘Barrio del Candombe’ o ‘Barrio del Tambor’”, dice el informe, y señala cómo los investigadores pudieron subestimar la presencia del negro en la zona:

“según el Censo de 1844, en Paraná solamente había 29 individuos calificados como ‘esclavos’, que representaban el 0,6% del total de habitantes, lo que indujo a autores como Filiberto Reula a considerar que ‘…el negro esclavo, llegó en número muy reducido a estas tierras y su unión con el blanco fue muy rara: su sangre se diluyó en su mezcla con el aborigen. Y como fueron muy pocos, en verdad el negro no constituyó un factor apreciable, en la formación de la nueva raza’. Pero las cifras censales no hacen referencia al resto de la población negra, constituida por hombres nacidos libres, libertos y sus descendientes, muy difíciles de detectar por la costumbre medieval de otorgar el apellido del amo a todos los niños nacidos en su propiedad, fueran o no sus propios hijos. Se los puede diferenciar cuando junto al nombre se indica su calidad de ‘negro’ o ‘mulato’, pero cuando solamente se expresa ‘criado’, es imposible saber si se trata de indios, negros o criollos”.

Los estudios obligan a enraizar la identidad no con cientos sino con miles de años de vida humana en este suelo.

Encuentra similitudes entre aborígenes del Gualeguay y de las costas del Salado, en Santa Fe. Un misterio.

Ficha del científico
*Carlos Ceruti tiene 60 años, nació en Providencia, cerca del Salado, al noroeste de Santa Fe, y a los 3 años se mudó con su familia a Humberto Primo, cerca de Rafaela. Allí estudió en la primaria y la secundaria, y después se marchó a La Plata. 
En la Facultad de Ciencias Naturales y Museo se graduó de Licenciado en Antropología con orientación arqueológica en 1973.
*Desde 1984 es investigador adjunto del Conicet.
*Ha ejercido diversas responsabilidades en el Museo Antonio Serrano, de Paraná, incluso como Director, y entre sus investigaciones se destacan las realizadas en las dos márgenes del río Paraná, indagando sobre culturas orilleras de los últimos 2.000 años. 
Los mensajes que quizá nunca comprenderemos
-¿Nunca se le ocurrió mirar con más detenimiento el arte inciso buscando por ejemplo un lenguaje?

-A los arqueólogos muchas veces se los acusa de falta de imaginación. El problema de los arqueólogos es que han abusado de la imaginación. Entonces, lo mejor que pueden hacer es no hablar de lo que no tienen conocimiento cierto. No podemos hablar de significados de una representación pictórica o incisa, cuando no tenemos ningún texto de apoyo, no tenemos ningún elemento orgánico que nos pueda dar alguna otra pauta, no tenemos siquiera la oralidad que llegue hasta nosotros. La memoria ¿hasta dónde alcanza? Una generación. En dos generaciones, la memoria es muy dudosa. Todo se presenta en una nube. Si hablamos de lo que ocurrió hace 1000 años te podés imaginar qué queda en la memoria colectiva. Hay gente que se ha especializado y que intenta interpretar, estuvo muy en moda hacer interpretaciones a través de los elementos del psicoanálisis. Se ha tratado de interpretar incluso las pinturas rupestres de las cuevas europeas, lo cual es muy dudoso porque es trasladar al horizonte de un hombre que vivió 25.000 años atrás, lo que ocurría en la sociedad vienesa del siglo XIX. ¿Tenían las mismas pautas lógicas? Si es tan discutido el psicoanálisis en la actualidad, te imaginás lo que pueda interpretarse de decenas de miles de años atrás.

-Pero más de una vez se habrá preguntado qué hay detrás de un dibujo.

-Por supuesto, la repetición de las imágenes del loro, por ejemplo (en la cultura Goya Malabrigo). Un 98 o un99 % de las representaciones que aparecen en las cerámicas, modelados o incisos, son loros. Evidentemente algo quieren decir, ahora, qué quieren decir, y bueno, podemos inventar. No tenemos la clave para interpretar.

-Escuché una vez, que ese vaivén de los incisos serían las olas del río.

-¿Son eso o son víboras? Cualquier cosa ondeada… Si mirás un pentagrama, es innegable que esas bolitas con palitos quieren decir algo, hay bolitas que se asocian de a tres, otras de a dos, otras están solas. ¿Y qué quieren decir? Si no tenés la clave para interpretarla nunca vas a poder sacar la melodía. 

-Por ahí habrá cierto dejo de frustración.

-Y sí, uno se pregunta miles de veces ¡qué habrán querido decir! 

-¿Han llegado a una conclusión respecto del uso que le daban a las cerámicas con asas zoomorfas, si eran para alimentación o religiosas, o las dos cosas?

-Se sigue trabajando sobre eso, hay recipientes que es evidente que fueron usados para cocinar porque están cubiertos de hollín, otros en los que todavía se está estudiando. Nosotros en Paraná o Santa Fe estamos muy atrás en cuanto a la determinación química de elementos orgánicos. En Buenos Aires o Tucumán está más avanzado eso, el conocimiento de análisis bioquímicos en recipientes cerámicos o elementos de molienda como los morteros. En el encuentro que vamos a hacer en el mes de junio (en Paraná) se va a presentar probablemente un trabajo sobre un mortero encontrado en Entre Ríos. Lo analizaron y tenía fosfato, lo cual está indicando que se lo usó para moler pescado. Creo que la conclusión de la autora del trabajo es que el pescado estaba seco y se usó para reducirlo a polvo, que es una práctica que está documentada en algunas de las crónicas de la época de la conquista.

Aborígenes menospreciados, tergiversados
El hombre y su ambiente, fueron los motivos de estudio del experto santafecino, en tierras del litoral. Pero todo fue complejo, porque la humedad característica de estos suelos se fagocitó todo lo que no fuera piedra, cerámica o metal, es decir, casi todo, y además, quienes describieron al aborigen no eran precisamente sus amigos.
“La arqueología hasta la década del 50, y llegando a los primeros años del 60 trataba de la descripción de piezas, el trabajo con la cerámica, la determinación de estilos. A partir del 60 comienzan los intereses por aspectos ecológicos, la vinculación de las culturas al ambiente, y traté de incursionar en esa línea, que estaba en boga en La Plata en el momento en que yo me recibí”, dice Ceruti.
“El trabajo del arqueólogo es un tanto detectivesco. Uno estudia con los elementos materiales que posee. Incluso cuando uno se dedica a momentos próximos a la Conquista, siempre lo que se puede recuperar es un mínimo de lo que existía en realidad. Las culturas indígenas locales no conocían la escritura, por lo tanto todo lo que nos quedó del legado escrito está hecho por misioneros, soldados o funcionarios de la corona española, entonces traen lo que puede traer un libro de apuntes, un diario de memorias, y lo que puede traer un documento judicial o un inventario de bienes hereditarios. Es decir, muy poco en relación a los grupos indígenas”.
“Y siempre con la intermediación del conquistador: entonces el indígena es menospreciado, malinterpretado, tergiversado, podríamos agregarle adjetivos. Falta la voz del actor, la voz del indígena, y es algo que nunca va a poder recuperarse. El material arquitectónico, no existe. El material cerámico, el material lítico, son elementos mínimos. Si nosotros pensamos que la mayor parte de los elementos de las culturas indígenas, no hablemos de los mitos, del lenguaje que se perdió prácticamente casi en su totalidad; pero los elementos de adorno por caso estaban confeccionados en madera, plumas, tejidos, en cuero, todo eso se pierde. En el noroeste argentino, en áreas secas, sobre todo en algunas cuevas, sí se ha conservado una gran parte. Nosotros perdimos todo, incluso las técnicas de canastería que sabemos que existían porque quedan impresiones en la cerámica a veces. Pero no los conocemos en forma directa. Nos perdimos el 99 % de la cultura. Mirate vos mismo, quedaría el anillo y la hebilla del cinturón. Todo lo demás se pierde”.

Fuente: Diario UNO